sábado, 28 de enero de 2012

Violento amor, Champán, anfetas y adiós.

¿Alguien puede dudar que este mundo en el que vivimos es un gran teatro? ¿Que cada uno de nosotros, y cuantos nos han precedido y nos sucederán, vive en un escenario en el que ha de ''representar'' a un personaje si quiere sobrevivir? ¿Qué me visto y actúo con las ''galas'' que la sociedad me proporciona? Pero ese personaje que me veo obligado a representar no soy yo. Mi identidad es la que se oculta tras la máscara que he de llevar mientras permanezca ante el público. En eso consiste precisamente la esencia de la hipocresía. Palabra derivada directamente del griego hypokrisía, que se refiere a la ''representación de un papel en el teatro'', y que exige en el actor un fingimiento, una simulación, en definitiva, una doblez, una falsedad con la que hemos de presentarnos a los demás, si no queremos ir desnudos por la vida. Y me parece un asco, pero sinceramente, no lo veo un problema para los demás, sino para ti mismo, porque los demás no perderemos nada, ya que con el paso del tiempo, las mascarás terminan por ser destapadas, y tarde o temprano terminarás mostrando a la gente tu verdadero yo. La vida te premiará con lo que has dado, porque se da lo mismo que se recibe, a si que, primer consejo: deja de engañarte a ti mismo, el único que sale perjudicado, únicamente serás tú.

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